Transcripción:

Bendiciones para todos. Dejémonos sorprender este mes por el ADN. No sé si todos sepan lo que es, pero ahora brevemente se los voy a explicar.

Pero primero vamos a orar. Padre bueno, en este día reconocemos que tu poder, que tu gran plan de salvación es lo que nos permite hoy tener una reconciliación contigo. Hoy padre reconocemos que tú nos has llamado desde antes de la Fundación del Mundo para ser tus hijos y por eso hoy señor queremos que nos abras el entendimiento para comprender la transformación que tú realizas en nuestro ADN cuando decidimos nacer de nuevo y parecernos a ti, siendo imitadores de tu Hijo Cristo Jesús.

Permite señor que esta reflexión cumpla el propósito para el cual tú la envías en el nombre de tu Hijo Cristo Jesús. Amén y Amén. En este mes quiero que nos dejemos sorprender por los cambios que Dios permite en nosotros, en nuestra personalidad, en nuestro carácter cuando decidimos nacer de nuevo.

Esto lo hacemos al aceptar el sacrificio que Jesucristo hizo en la cruz por amor a nosotros y por reconciliarnos con el Padre, pues nosotros antes de esto estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y condenados a muerte eterna, pero Dios en su infinito amor tuvo este plan de salvación para nosotros, un plan que no debemos de rechazar. Primero que todo y brevemente les voy a dar información de lo que es el ADN. Esta es la abreviatura que se usa para el ácido desosirribonucleico que es el material genético que contiene la información hereditaria en los humanos y en casi todos los demás organismos vivos.

Cuando el ácido desosirribonucleico es la materia que nos hace tener herencia de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros tíos, de nuestra familia. Por eso nos parecemos a ellos, actuamos como ellos, somos como ellos. Desde el principio la gente ha podido ver las cosas que fueron hechas por Dios y la increíble complejidad y orden de la creación, pero por miles de años la humanidad no estuvo consciente de la increíble parte de la creación que se esconde entre las células de toda criatura viviente y eso es el ADN.

Allí hay mucha información genética de todos nuestros antepasados. Desde que el ADN se descubrió ha sido un área fascinante para la investigación. El 6 de junio del 2000 el presidente Bill Clinton felicitó a las personas que habían completado la secuencia del genoma humano y reconoció que el ADN era creación de Dios.

Dijo, hoy estamos aprendiendo el lenguaje en el que Dios creó la vida. Estamos sintiendo aún más admiración por la complejidad, la belleza y la maravilla del regalo más divino y sagrado de Dios. Lo que impresiona del ADN es que dentro del espacio de cada célula este código tiene 3.000 millones de letras de largo.

Uno de los ateos más famosos del mundo, el profesor Anthony Flew, admitió que no podía explicar cómo el ADN había sido creado y desarrollado a través de la evolución y llegó a aceptar la necesidad de una fuente de inteligencia que debió estar involucrada en la elaboración del código del ADN. Ahora que ya comprendimos un poco lo que pasa con el ADN de nuestro cuerpo, quiero que entendamos lo que pasa cuando nacemos de nuevo, cuando aceptamos el sacrificio que Cristo Jesús hizo por nosotros para acercarnos al Padre. En este momento nos hacemos llamar hijos de Dios y como tal debemos de comportarnos, como tal debemos de hacer lo necesario para parecernos a Él.

En Efesios 5.1 dice el apóstol Pablo que nosotros debemos ser imitadores de Dios como hijos amados y no se trata de que seamos perfectos como lo es Dios porque mientras estemos en esta tierra es imposible pues fallamos, nos equivocamos y pecamos todos los días. No se trata de perfección pero sí se trata de estar dispuestos a caminar en ese gran desafío que tenemos como hijos de Dios. Y ahora la pregunta es ¿en qué aspectos debo parecerme a Él? ¿En qué aspectos mi ADN debe cambiar y tener la información del Padre? Él es perfecto y nosotros imperfectos.

Pues la respuesta es que debemos parecernos a Él en su carácter, debemos de pensar y de actuar diferente a todos los demás. Debemos de pensar y actuar ante cualquier situación que enfrentemos como lo haría Dios. ¿Y cómo sabemos cómo actuaría Dios? Simple, debemos de leer su palabra, de rumiar su palabra, de aprenderla y de ponerla por obra en nuestras vidas.

En la segunda carta de Timoteo capítulo 1 versículo 7 podemos leer que Dios no puso en nosotros espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio. O sea que esto está en nuestro ADN. Tenemos un espíritu de amor, de poder y de dominio propio.

Esto debe hacer una gran diferencia porque ese fue el ejemplo que Jesús nos dejó cuando cumplió el mandato que Dios le dio de venir a la tierra a morir por todos nosotros. Él fue valiente. Él se esforzó porque lo que venía a hacer no era nada fácil.

Nosotros también debemos esforzarnos por cumplir nuestro llamado ya que llevamos un gran apellido que nos respalda. Somos hijos de Dios y tenemos su carácter, tenemos su espíritu que no es cualquier espíritu. Es un espíritu de poder, de amor y de dominio propio.

O sea que no es cualquier ADN el que Dios está permitiendo que haya en nuestro cuerpo. Tenemos ADN de valentía. Por eso el apóstol Pedro en la primera carta capítulo 2 versículo 21 nos da un ejemplo que nos deja Jesucristo y dice que Dios nos llamó a hacer lo bueno aunque eso signifique que tengamos que sufrir tal como Cristo sufrió por nosotros.

Dice que Él es nuestro ejemplo y que debemos seguir sus pasos. Hoy dejémonos sorprender por estos cambios en nuestro ADN y desafiémonos a vivir la vida que Dios tiene para nosotros. No nos atemoricemos frente a las dificultades ni permitamos que nada nos derribe.

Demos lo mejor de nosotros cada día cumpliendo con determinación ese propósito que Dios ha puesto en nuestro corazón desde que nos entretejió en el vientre nuestras madres. Pensemos en esto todo este mes. Pensemos en los cambios que Dios quiere que ocurran en nosotros para que cada día nos parezcamos más a Él.

Bendiciones para todos.

 

 

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